Uno de los elementos más tóxicos del planeta es el mercurio. El ser humano en su utilización prometéica de los recursos del planeta ha sacado a la superficie una cantidad de mercurio inasimilable por la biosfera, generando un problema medioambiental de considerables dimensiones. Hace años que numerosos estudios científicos advierten del peligro que supone para la salud humana y señalan que no sólo está presente en nuestros alimentos, sobre todo en el pescado, sino en un lugar tan íntimo como nuestras bocas a través de los empastes de amalgamas que llevan un 50% de mercurio. La OMS advierte que estos empastes son la fuente no industrial más importante de contaminación por mercurio.
Aunque toda la comunidad científica está de acuerdo en que el mercurio es un tóxico muy peligroso por sus efectos inmunosupresores y neurotóxicos, que afectan al metabolismo e inciden gravemente en las dinámicas bioquímicas de la célula y que interfieren con la acción de las hormonas, los intereses de las gran industria impiden que esa información llegue a la sociedad, una sociedad que por otra parte no tiene capacidad de seguir asimilando catástrofes. Pero es nuestro deber advertir que desde hace años se sabe que el mercurio que sale evaporado de la amalgama puede ser desencadenante o agravante de numerosas patologías, algunas crónicas, que sumergen en una escafandra de dolor a muchas personas aquejadas de nuevas enfermedades que la medicina oficial apenas sabe diagnosticar y mucho menos curar, como la fatiga crónica, la fibromialgia o la sensibilidad química múltiple.
Hoy en día, hay países donde el uso de los empastes dentales de amalgama está restringido, advertido o directamente prohibido; en Cataluña se recomienda no usarlos para las embarazadas y menores de catorce años. Los propios productores de amalgama advierten de su peligro, pero a pesar de todos estos datos, en nuestro país esta información no llega al ciudadano ni al cuerpo médico, aún habiendo sido demostrados oficialmente casos de intoxicación mercurial crónica. Una vez más los criterios de beneficio prevalecen frente a los de la salud pública.
Entre los efectos adversos de la exposición al mercurio para la salud encontramos los siguientes: temblores, trastornos de la visión y la audición, parálisis, insomnio, inestabilidad emocional, deficiencia del crecimiento durante el desarrollo fetal y problemas de concentración y retraso en el desarrollo durante la infancia. Afortunadamente existen soluciones a este tipo de amalgamas y a este tipo de odontología que se quedó estancada en el siglo XX y que se resiste a avanzar por el camino del conocimiento y de la medicina integral. La odontología ambiental lleva varios años luchando porque se conozca su vocación de trabajar con otro tipo de materiales biocompatibles, integrando una mirada mucho más holística hacia esa increíble creación de la naturaleza que nos permite comer, saborear, vocalizar, cantar o besar.
Si tiene síntomas tales como jaquecas, migrañas, dolores musculares, fatiga o cansancio, problemas de piel, problemas digestivos o debilidad muscular y tiene este tipo de amalgama investigue por esta línea con la ayuda de un buen profesional que conozca el riguroso protocolo médico de retirada de empastes para evitar que los vapores de mercurio que se desprender al retirarlos no sean inhalados ni ingeridos. Es tiempo de convertirnos en artífices de nuestra salud y caminar por sendas que la medicina oficial no sabe ni que existen, sendas donde todo se relaciona con todo.
Beatriz Calvo