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Bailando sobre el Titanic

Beatriz

Siento en el alma tener que volver a recordar a todos aquellos que están bailando en la cubierta del Titanic o Nave-Tierra, mientras se hunde en las congeladas aguas del desastre, que además de bailar, que puede resultar una actitud que combata la amargura del inevitable acontecimiento, debemos volver a tomar decisiones, elecciones cotidianas, exigencias políticas ante la terrible evidencia de que el cambio climático, que venimos anunciando todos los periodistas responsables del planeta como una verdad incómoda que nadie quería mirar, ha llegado para quedarse.

La acumulación de dióxido de carbono en la atmósfera, que irresponsablemente hemos ido escupiendo con nuestro maquinismo feroz, produce, entre otras múltiples catástrofes, una mayor intensidad y frecuencia del calor, como han ido advirtiendo los científicos en los sucesivos paneles intergubernamentales con los que han clamado en el desierto, el desierto del alma embebida de poder, de amor al dinero, de suprema ignorancia que nos aboca ahora a todos al desastre.

La ola de calor que se está viviendo en España es la crónica de una muerte anunciada que nadie ha querido escuchar. Esos fastidiosos ecologistas arruinando la fiesta una y otra vez, como moscas pesadas ante el delicioso pastel de la superabundancia, nunca han sido bien considerados en nuestra sociedad, pues algunos son tan aguafiestas que ante la idealización que el hombre tiene de sí mismo, como un ser altamente evolucionado, se atreven a decir que nunca hubo sobre la tierra un animal más degenerado que el Hombre contemporáneo, pues como dijo un Padre de la Iglesia, la corrupción de lo óptimo genera lo pésimo, y el hombre hace tiempo que en su abandono de la espiritualidad dejó de ser Hombre para ser, muchas veces, el peor de las bestias feroces del imaginario infantil. Perdón por la crudeza.

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Y mientras los gobiernos como el nuestros siguen poniéndole zancadillas a las energías renovables, que forman parte de la apuesta por una economía baja en carbono, o permitiendo lucrarse a los malvados edificando en terrenos quemados por el fuego, alentando la alevosía.

Y mientras los gobiernos del mundo siguen esclavizados por los lobbys y suman pomposas cumbres del clima, que desde la de Río, no les ha hecho cambiar ni un solo ápice su intención de domeñar el mundo a costa del propio mundo.

Mientras los ciudadanos del mundo privilegiado siguen refugiándose en la idea de que la tecnología, como la de los contaminantes aires acondicionados, resolverá estos problemillas, “ande yo fresquito muérase la gente en los desiertos del mundo pobre”, la Tierra clamará con voz de fuego: “he aquí el destino de una madre deshonrada por sus hijos, he aquí el sufrimiento de millones de mis vástagos infligido por sus propios hermanos que han perdido el alma.”

En solo 35 años España podría tener el clima de Marruecos, pero no su cultura de bereber y de desierto. ¿Os imagináis el dolor de un alma criada en verde  pasar a vivir en el siena tostado? Nuestra península será pronto desierto y lloraremos por el agua, por su dulce repiqueteo en las ventanas, por su frescor inefable en nuestras células. Por su anuncio matutino de la vida.

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Las temperaturas medias mundiales, la subida del nivel del mar y la desaparición del hielo polar, que eran los efectos a largo plazo comprobados del calentamiento global, ya están en el corto. Lo hemos conseguido, nuestra manera irresponsable de construir civilización ha desarrollado una exponencial carrera hacia el desastre.

“A medida que la tierra se calienta, genera “puntos de inflexión” que aceleran el calentamiento de forma descontrolada. Con las subidas de temperatura, se derrite el hielo del océano Ártico, destruyendo el gigantesco ‘espejo’ blanco que refleja el calor y lo devuelve al espacio. Esto lleva a un mayor calentamiento del océano, que hace que a su vez se derrita más el hielo, y así sucesivamente, en una espiral sin freno. En 2014, todas las mediciones se salieron de las gráficas — fue el año más cálido de la historia desde que hay registros.” Avaaz. El 2015 no le va a la zaga.

Según WWF, la subida del nivel del mar ya se está produciendo, y 100 millones de personas que viven a menos de un metro de altura sobre el nivel del mar están en riesgo de perder sus casas y sus formas de vida. En África, India y China podrían producirse hambrunas por la disminución de las cosechas causada por el cambio climático. La disponibilidad de agua dulce para cientos de millones de personas está amenazada. Los países pobres, que son los menos responsables del problema, son los que sufrirán más y no tienen recursos para afrontar las consecuencias.

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Nos quedan solo cinco meses hasta la nueva cumbre del Clima, la de París, reunión que determinará el destino de los esfuerzos mundiales por combatir el cambio climático. Contra el poder de las grandes petroleras, los hipócritas gobiernos como el nuestro y los que tengan la tentación de desesperarse como única solución en un celo de amargura proponemos dos opciones: una terrenal y horizontal y otra espiritual y vertical.

La primera es conocer iniciativas como la Alianza por el Clima que Manos Unidas nos ha contado en nuestro programa Ecos del cambio: una iniciativa que une a más de 400 organizaciones en representación de un amplio espectro de la sociedad civil que consideran que el cambio climático es una batalla común en la que está en juego el destino de la humanidad y el futuro de nuestro planeta.

Sumarnos a Manos Unidas y hacer propia su consideración de que el cambio climático, además de ser una tragedia medioambiental es una gran injusticia, ya que afecta a los más pobres, los más vulnerables, los menos responsables y con menos recursos para afrontar la debacle. Asumir nuestra responsabilidad de una humanidad compartida y actuar, reunir las fuerzas, creer que la esperanza se construye entre todos los implicados, desperezarnos la tibieza, hacer que nuestras vidas cobren sentido, más allá de las comodidades que nos abotargan los sentidos, en una acción conjunta que clame al Cielo por una ayuda que no puede esperar.

La segunda opción, vinculada con la primera, es la que personalmente veo con más capacidad para la transformación que anhelamos, aunque ella conlleve, implícitamente, la muerte de nuestra opulenta sociedad, es ocuparnos del alma propia, nuestra realidad más profunda y la única posibilidad de conocer la realidad en su unidad profunda y elevada, perdida ahora para la mayoría de los hombres, que viven escindidos de un verdadero sentido, sin luz para iluminar sus caminos.

yo soy tu

Es volver a cultivar ese tesoro escondido, ese rostro verdadero que somos mediante el silencio, la oración, la comunión con la Vida, con la esencia que subyace a todos los fenómenos, en una actitud contemplativa que nos devuelva el asombro y nos permita decir como el monje Zen Ryokan

 ¿Qué de recuerdo?
Las flores en primavera
el cucú en verano
las hojas rojas en otoño

 Y transfigurar el mundo con nuestra mirada iluminada.

Beatriz calvo Villoria