
Biocultura, vuelve, vuelve siempre.
Ya salen la setas en los bosques, las primeras lluvias humedecen someramente la sequía de veranos cada vez más largos, más extenuantes, que generan estrés hídrico a nuestros bosques, que preparan el camino a los fuegos que nos desertifican. Pero la asombrosa natura vuelve a renacer una y otra vez de las cenizas que el hombre contemporáneo deja a su paso en las tierras fértiles, ya casi sin la fuerza de los nutrientes que alimentan a sus hijos, diana ahora de enfermedades originadas por una medio ambiente, al que le hemos quitado el otro medio, su dimensión sagrada.
Y las setas siguen saliendo, mostrándonos el milagro cada otoño, y las carpas blancas de los estands de biocultura también proliferan de nuevo como setas blancas, llenas de propiedades milagrosas para el hambre de verdad que tienen la mayoría de los hombres y mujeres, aunque no lo sepan, y medran esas setas anuales en las tierras de asfalto de IFEMA, en Madrid, gritando con sus parasoles blancos que hay otra manera de caminar por este planeta tierra.
Estands que son promesa y realidad de que hay otra manera de hacer agricultura, desde las más sutiles, donde lo sagrado no se esconde y se venera a la pacha mama con remedios naturales para cada uno de sus desequilibrios cuando se la cultiva, donde se invoca a la luna y el asta de un toro, en alquimia para fertilidades y otras magias, que haberlas hailas hasta las más oportunistas que se apuntan a la vereda verde porque es negocio, un negocio que nos renta a todos, pues ya no le cabe a nuestros sistema inmunitario un gramo más de pesticidas.
Estands hechos con balas de paja que reivindica otra manera de hacer construcción, para que cuando el tiempo destruya lo que nosotros construimos creyéndolo inmortal, se deshaga y vuelva a la tierra no contamine con residuos inasumibles las tripas de la tierra.
Estands que están llenos de una nueva ciencia que reivindica ir de la mano de la sabiduría de la naturaleza e imita sus ciclos cerrados inventando plásticos que se biodegradan, o compensan con sus arcillas, la ingente cantidad de metales pesados que bebemos a diario.
Más de 800 expositores desplegaran la cultura de lo vivo, de lo que aún se atreve en un mundo gris de capitalismos feroces desplegar sus banderas de colores donde el ahorro, el reciclaje, la sencillez reclaman subirse a la palestra del consumo, por Dios que sea responsable, que nos quedamos sin futuro si no cambiamos nuestras elecciones y elegimos a los que aún hacen artesanía como aborígenes de nuestra tierras, cardando lana, hilando telas sin tintes que arruinan la vida, cantando con sus tejidos que hay una respuesta solidaria a la madre tierra, tan ajada, violentada.
Aulas de enseñanza, donde trasmitir sabiduría, donde reflexionar sobre las imposiciones que han de ser desenmascaradas, las mafias médicas, farmacéuticas, el cientifismo que no nos quiere dejar pensar con el más común de los sentidos, dar voz a los sabios indígenas modelos de seres humanos que no dejan huella.
Ven transita, siembra semillas de esperanza, elige lo que construye un futuro para todos. Ven, ven al bosque de otoño encendido por la cultura de lo vivo.
Beatriz Calvo Villoria
Directora de AriadnaTv