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El Tratado de la vergüenza

Beatriz

Se vuelve a poner de actualidad una de las noticias de Ecos del Cambio que elaboramos con la ayuda de Amigos de la Tierra para entender lo que algunos llaman el tratado de la vergüenza el TTIP (Acuerdo Comercial de Comercio en Inversión) por significar el asalto más desvergonzado que las multinacionales, la auténtica tiranía que domina el mundo, está pertrechando a escondidas, tal como suelen obrar los delincuentes, diseñando un definitivo ataque a la ya casi inexistente soberanía de los gobiernos, de los estados nacionales. Un siniestro tratado gestado en la retorcida mente de un neoliberalismo más que feroz, dónde sólo existen los márgenes y los beneficios está amenazando como una nube tóxica las ya debilitadas libertades sociales.

Gracias a Greenpeace Holanda se ha logrado hacer públicos los documentos de estas negociaciones que hasta ahora se llevaban en secreto, el TTIPleaks, -aunque muchas organizaciones entre ellas nuestra invitada llevaban haciendo campaña continúa para avisar de este último robo de la soberanía- y permiten comprobar cómo la Unión Europea está dispuesta a abandonar muchos de los avances logrados en materia de protección de los consumidores y del medio ambiente.

Amigos de la Tierra nos describía en la entrevista cómo distintas áreas de lo que es la vida humana en sociedad son cuestionados por su afán dinerario, su glotonería patológica. Quieren que el becerro de oro al que adoran esté por encima de cualquier ley que quiera defender el medioambiente; que las condiciones laborales que nos merecemos como humanos puedan ser violentadas a capricho, que los alimentos en vez de nutrir envenenen quitando regulaciones que al protegernos como ciudadanos les perjudican como empresarios omnipotentes.

Como un caballo de troya, engalanando de falso regalo, el mismo regalo que el capitalismo feroz nos lleva vendiendo desde hace décadas, siglos, que la naturaleza del hombre y su sed de infinito se sacia con materia, con vil dinero, se quiere posicionar en las plazas europeas y “financiarizarlo” todo, permitiendo entre otros efectos secundarios inundar nuestros comercios de transgénicos o carnes hormonadas, al bajar los estándares de calidad por los de la degenerada América, que no olvidemos se construyó sobre el genocidio de una de las razas más hermosas que poblaron el planeta, la raza roja, la enhebrada con la naturaleza, la que no dejaba huella y construyeron un imperio en base a la violencia desprovista de cualquier principio real, salvo el de la monetización de la vida en todos sus aspectos. Recientemente uno de los aspirantes a la Casa Blanca decía públicamente sin ningún tipo de pudor ser uno de los representantes de Lucifer. Sic.

Y así una cultura envilecida, con un karma atroz de guerras en todos los países del mundo quiere obligarnos a renunciar al ya ligero “principio de precaución” que hemos conquistado con mucha dificultad y lucha y se limita la capacidad de los estados de tomar medidas preventivas en relación con la toxicidad de sustancias químicas como por ejemplo los disruptores endocrinos.

El mal llamado nuevo orden mundial, avanza a pasos agigantados, como avisaba Tolkien en una de sus obras más audiovisualizadas: Una sola religión, un solo banco, un único anillo para dominarlos a todos. El globalismo ha llegado para quedarse y arrasar la diversidad humana. Una de las estrategias del enemigo es acusar a los que les denunciamos como conspiranóicos, produciendo en muchos periodistas y autores la autocensura.

Ya poca libertad nos queda en este extraño mundo que ha olvidad la esencia de libertad y verdad que debe dirigir lo humano para poder expresar su auténtica naturaleza, necesitamos estar informados de la silueta del enemigo a batir, pues es sinuoso como serpiente y viene de noche, cuando estamos dormidos. Sólo nos queda despertar y obrar en consecuencia. Este vídeo de Ecos del Cambio nos abre los ojos. Ayúdanos a difundirlo. Gracias

Si quieres apoyar la campaña pincha en el siguiente enlace:

http://www.tierra.org/di-no-al-ttip-un-tratado-a-espaldas-de-las-ciudadania/

Beatriz Calvo Villoria