La cultura ecológica ante el cambio
Los fondos de inversión, el capital riesgo, la punta de lanza del capitalismo feroz, está comprando las empresas que nacieron defendiendo los principios de la ecología en su vertiente ambiental y social y que crecieron, pues hicieron bien las cosas se han convertido en un objeto de deseo del sector financiero, que quiere el control sobre “nuevos segmentos de mercado”.
El consumo de productos ecológicos nació como una alternativa a un sistema agroindustrial que está envenenado literalmente el planeta con sus insumos, pesticidas, abonos químicos, con altísimos gastos hídricos y energéticos. Que deforesta, que lleva a la desaparición del campesinado mundial, base de la soberanía alimentaria que hace a los pueblos libres. Que arrasa las especies vegetales y animales autóctonos, que paga salarios que impiden una vida digna a los cultivadores y que además les exponen sin protección a agroquímicos peligrosos, entre otros impactos innumerables.
El consumo ecológico nunca ha sido sólo una cuestión de salud y calidad, aunque sea uno de los elementos principales por los que muchas personas se acercan, sino que se concibió desde el inicio como un arma de transformación política que podía trascender la esfera del individuo y su necesidad de alimentos saludables.
Con la llegada del gran capital al “nuevo negocio verde” el consumidor debe asumir una nueva disyuntiva en su opción de compra. Elegir los productos que van más allá del binomio calidad-precio y elegir hacer política defendiendo el ideario completo de la cultura ecológica, tanto en el aspecto ambiental con productos de calidad, saludables, respetuosos con el medioambiente, de proximidad, de temporada y los criterios sociales de precios justos para el campesino, y salarios dignos en toda la cadena de producción, distribución, lo que supondrá siempre más esfuerzo energético y económico, participar en grupos de consumo, apoyar a las empresas que generan tejido social, a las tiendas de toda la vida, más desplazamientos para buscar lo que necesitas. O elegir el camino más fácil y cómodo de las grandes superficies, donde las marcas blancas permiten acceder a un público mucho más amplio, para el que era inaccesible este consumo por precio y disponibilidad y permite además a los productores comercializar un mayor número de productos y crecer como empresas.
Los que elijan esta segunda opción, formaran parte de la tendencia imparable de que la agricultura ecológica se integre en el seno de la economía global y en estructuras como los supermercados, y aunque nos disguste, habremos perdido el control, pues el nicho de mercado es muy tentador para su necesidad de crecer sin límite en beneficios. Y aunque en superficie todo parecerá igual, el espíritu de ese sector será transformado por las prácticas propias de las multinacionales. Competirán, como sólo ellos saben hacerlo, conseguirán cerrar las tiendas especializadas, seguramente, bajaran los sueldos, ya lo están haciendo. ¿Qué pasará con la soberanía alimentaria, con el respeto del medio ambiente, con la vertebración del territorio, con la cercanía…?
Esta nueva ecología será un mero objeto de consumo y los que defendemos que el consumo puede cambiar el rumbo de la economía seguiremos luchando para que los auténticos referentes, lleguen a la opinión pública y puedan ser elegidos como los héroes cotidianos que enfrentan esa corriente y la poesía de una leche de autor, la rebelión de una cooperativa de consumo, la revolución de una huerta a las puertas de tu casa, las tiendas de toda la vida, sin capital tóxico a sus espaldas, las iniciativas locales y familiares seguirá siendo la opción de los más comprometidos con el consumo consciente.
Beatriz Calvo Villoria
Directora Ecocentro TV
www.ecocentro.es