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La herencia de Félix

Beatriz

En nuestra última entrevista en Hilo de Ariadna, uno de los programa de EcocentroTv  que busca dar salida al intenso laberinto en el que el hombre contemporáneo se debate, hemos entrevistado a Odile Rodríguez de la Fuente sobre una de nuestras causísticas favoritas, la raíz espiritual de la crisis ecológica.

Odile es presidenta de la Fundación que lleva el nombre de su padre y es heredera de su pasión, de su mirada holística hacia el tejido simbiótico que el hombre y la tierra tejen al unísono, como si una danza entre el microcosmos y el macrocosmos se tratase.

Como decía Félix “El hombre es un poema tejido con la niebla del amanecer, con el color de las flores, con el canto de los pájaros, con el aullido del lobo o el rugido del león.”

La herencia de Félix se la sale por los poros de su palabra y recoge el testigo con la humildad de quien ha sido hija de una supernova que hizo estallar la ignorancia de todo un pueblo, que consideraba al águila real, al halcón peregrino, al lobo a la fauna ibérica como alimañas que había que exterminar; para descubrir, caídos ya los velos del prejuicio, gracias a la fuerza de un chaman de la palabra, maestro de la oratoria, que la vida pulsa en un misterioso mensaje para quien es capaz de observar con asombro el vuelo picado de un martín pescador, la sencilla y apasionante vida de un roedor, la denodada aventura de una anaconda por sobrevivir en la sequía.

Con su mirada iluminada y la profundidad de una sonoridad única nos reconectaba y remaravillaba con lo que el llamaba el pálpito cósmico y explicaba a millones de niños expectantes y religados al patriarca de la “Tribu de los amantes de la naturaleza” el sentido cósmico de la vida, de la noción intima de nuestra pertenencia a un todo que nos trasciende.

Odile es consciente de que la tarea de la ecología contemporánea ya no es la conservación pura y dura, que cumple su función, sino conectar como decía su padre con el ente de la cultura viviente y ser dignos de la eternidad y para ello hay que educar al hombre para que recupere el vehículo de pertenencia y se enamore de tal forma de la madre tierra y del Cielo -que la fecunda de criaturas-, que cualquier violación de su integridad despierte en él la fiereza del guerrero guardián que da la vida por su linaje de roca y agua, de tierra y pasto, de pezuña, antena y sutil ala de mariposa.

Para ello, muchos de los proyectos de la Fundación está relacionados con la educación, una que permita que los niños secuestrados en las jaulas de cemento jueguen con las ramas de los árboles, puedan escalar por las rocas o sobre la esencia profunda e inmutable de lo que es: eso que da forma a las rocas que palpitan bajo sus manitas como pupitres donde las letras surgen de sus rugosidades, de sus deslizadoras caderas; que las enseñanzas se enhebren en su cuerpo mientras ruedan prado abajo, o la lluvia les empapa la mente de la esperanza que el agua susurra en sus gotas de vida.

Pues como también decía su padre: “Las generaciones nacidas en las más monstruosas aglomeraciones humanas, como Nueva York, Londres, París o ¿por qué no? Madrid, empiezan a arrojar un alto porcentaje de jóvenes inadaptados, sucios, melancólicos, irascibles, toxicómanos y con una expresiva sintomatología psíquica muy parecidas a la del animal de experimentación arrancado prematuramente de su biotopo y enjaulado”

El vínculo se ha roto y urge recuperarlo, esta entrevista habla de ese vínculo, comparte el testigo de Félix que su linaje vehicula, todos somos hijos de Félix.

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Beatriz Calvo Villoria