
Paseo por el bosque del duende Blau
- El duende Blau
Blau vive en un bosque que cree que es suyo. Pero así lo creen también las ramas de los sauces llorones que languidecen junto al río y las ramas blanquecinas de los dorados alisos. También lo cree el pájaro carpintero que picotea el tronco de un fresno con increíble insistencia. Seguramente también lo creen esos conejitos diminutos que esperan en su madriguera la llegada del alimento.
Pero Blau no sabe que el bosque no es suyo, ni de los sauces, ni de los alisos, ni del pájaro carpintero, ni de los fresnos, ni de los conejitos diminutos que esperan en su madriguera la llegada del alimento.
El bosque se despereza y se mira en los ojos del pequeño Blau, que no sabe que no sabe y le permite correr dichoso imaginando que sabe quién es.
- Tip y Top
Tip y Top son dos gotitas de agua que penden de una hoja de un nogal. La suave lluvia de la primavera las depositó allí. Tip es regordeta y pequeña, apenas puede reflejar algo en ella. Top es alargada y gruesa, está tan orgullosa de su brillo que desprecia a las demás. Tip tiene tanta envidia y Top tanto orgullo, que apenas se conocen, solamente lo imprescindible para alimentar sus tristes emociones.
Al ratito siguiente comienza de nuevo a llover. Esta vez con intensidad. El nogal recibe silencioso la tromba de agua que cala sus ramas y deja que discurra libremente hasta el río que corre por debajo.
Sale el sol, sus rayos se reflejan en la superficie del río que ahora va calmo. En el agua sólo se ve agua. La envidia y el orgullo ¿dónde se quedaron?
- El duende Blau no tiene amigos
Hoy Blau sale de su pequeña casita de hojas secas en busca de un amigo. Y sueña cómo pueda ser. Tal vez sea un duende grande y fuerte que le pueda proteger, tal vez sea una rama que le sujete bien, tal vez sea un pajarillo rosa que armonice con su pálido color o tal vez sea un hada hermosa de la que poderse enamorar.
Se pasa todo el día soñando y cuando regresa a su casita de hojas secas, se da cuenta que al salir por la mañana se dejó olvidados sobre la mesita del salón sus ojitos para ver.
- Priscina, la ardilla avariciosa
La ardilla Priscina es muy avariciosa. Es tan avariciosa que esconde sus nueces con gran astucia para que nadie las pueda encontrar. Tan bien las esconde que acaba por perderlas.
Frente a ella vive otra ardilla, pero ésta no tiene nombre ni tampoco avaricia. Amontona las nueces despreocupada porque sabe donde está el nogal.
Priscina no comprende la actitud de su vecina pero no le quiere robar. Así que ve las nueces que guarda al pie del árbol, sin ninguna discreción, pero nunca se acerca a ellas.
La ardilla sin nombre hoy no puede encontrar el nogal. Siente hambre y se acerca hasta un hoyo donde sabe que Priscina guarda sus nueces. Coge algunas hasta que se siente saciada.
Priscina al llegar hoy al nogal se ha dado cuenta que siempre tiene nueces nuevas y se ha vuelto despreocupada.
Y el nogal espera paciente a que aflore la próxima nuez y sabe que su única tarea es esperar.
- Blau no encuentra su casa
¡Qué disgusto tan grande! Blau ha salido a dar un paseo y no puede volver a su casa. Parece imposible pero no la encuentra.
Naturalmente que la ha buscado por donde siempre está, en la parte más clara del bosque donde los enebros se reúnen para conversar. Pero en el lugar donde se amontona una maraña de hojas secas que acogen la cálida estancia donde Blau duerme, hoy sólo hay una mata de hierbabuena que, a pesar de lo bien que huele, a Blau no le consuela.
¡Qué fatigas tiene qué pasar durante todo el día, sin tener un sitio donde arroparse! Se cansa y no puede descansar, tiene hambre y no puede comer, a veces incluso siente un poco de frío y añora su mantita de cuadros.
Pero cuando ya empieza a estar realmente preocupado, Blau por fin se acuerda de que esta mañana decidió no salir de casa.
- Un instante perdido
En el fondo del río yace un instante perdido. Es de color dorado y sólido como una piedra. Alguien lo perdió y ya no lo puede recuperar.
Un petirrojo inquieto lo mira brillar desde una rama y recuerda que olvidó uno suyo al salir esta mañana de casa. Vuela rápido hasta allí para recogerlo, pero al llegar a su habitación redonda lo busca por todas partes y no lo encuentra.
¡Qué preocupado está el petirrojo!¡No puede vivir sin un instante!
Regresa nervioso hasta al río para recuperar el que estaba allí hundido. Se acerca hasta el fondo pero tampoco lo encuentra.
¡Qué raro es que el petirrojo no se dé cuenta de que todos los pájaros llevan un instante en su pico y qué sólo lo pierden cuando lo buscan!
- ¡Si Blau supiera!
Los duendes tienen la capacidad de transformar y de transformarse.
Si Blau supiera que mañana se transformará en ángel, ya no haría su cama por la mañana ni recogería los cacharros del desayuno.
Si Blau supiera que mañana se transformará en tronco ya no barrería el suelo de su casa ni cultivaría su huerto.
Si Blau supiera que mañana se transformará en agua ya no comería bocadillos de arándanos ni bebería néctar de rosas.
Si Blau supiera que mañana ya no será Blau, se preguntaría quién es ahora.
Pero Blau no sabe si existe mañana y hasta a veces olvida lo que hizo ayer.
- El mal que siempre se convertía en bien
Era un mal muy poderoso, con patas y con cuernos. Era un mal tan grande, que no paraba de tramar cómo mostrarse. Pero este mal tenía un gran problema y es que en el bosque de Blau, hiciese lo que hiciese, siempre se acababa por convertir en un bien.
Como aquel día en que convenció al viento para que soplara tan fuerte que derribara la bonita casa del castor Félix. Y además, como era un mal tan grande, le indicó el momento justo en el que el animal estaba dentro. Pero Félix, que era muy dormilón, gracias a la insistencia del viento que hasta hizo tambalear los muros de su casita, no llegó tarde ese día a la cita con su amada Cándida, que le agradeció el detalle de su puntualidad concediéndole su mano. Y los objetos que se rompieron por culpa de la tempestad, fueron una buena disculpa para que Félix restaurase su casita de piedra sólida y comprase nuevos muebles para acoger a su futura familia.
O como aquella mañana que consiguió que las aguas del río se salieran de su cauce e inundaran sin piedad los brotes recién nacidos de un campo de amapolas. Gracias a ello las amapolas nunca más volvieron a crecer en aquel lugar sombrío y árido, donde no hubieran llegado a ser tan hermosas como en la pradera soleada donde hoy lucen espléndidas.
O todavía recuerda cuando intentó arruinar a la rata Amelia, lanzando una chispa de fuego en las pajas que amontonaba para vender. Amelia, que era una rata muy emprendedora, cuando se vio sin nada sintió tanta fuerza, que llegó a convertirse en la mejor comerciante del bosque. Proveía a los animales de objetos preciosos para sus casas, les traía telas brillantes, hierbas medicinales y alimentos exóticos. Así atesoró grandes riquezas, pero como era muy generosa y nada guardaba para ella, todos los animales del bosque aún tienen que agradecerle al mal aquel gran bien que les hiciera.
Ya el mal cansado de tanto hacer el bien, se dio cuenta que todo era culpa de este maldito bosque que le tenía hechizado y decidió marcharse a otro. Pero como no hay más bosque que éste, acabó por convertirse en un bien para siempre.
- El espíritu del bosque
Blau es el espíritu del bosque pero no es un espíritu muy corriente. Blau es insignificante y despistado, pequeño y de color azul pálido. Eso sí, es delicado como todos los espíritus y lo que siempre desea es ser algo que se toque.
Por eso un día se convirtió en árbol y echó raíces, otro día se convirtió en pájaro y aprendió a volar, otro día se alimentó de grosellas y así se convirtió en ciervo, también le gustó ser arroyo y tierra. Pero lo que más le gustó de todo, es cuando por un tiempo fue cielo.
Y como duende inquieto, todo lo tiene que dejar, por eso también hubo de abandonar su apariencia celeste, pero conservó de ella su suave color.
No es que el cielo se toque, para eso es mejor ser tierra. Pero en realidad Blau no puede evitar ser un soñador.
- El castaño
Las dos ramas más altas del castaño crecen entrelazadas y a veces hasta parecen sólo una. Pero últimamente, no sabemos qué ocurre, que la rama izquierda se dirige hacia el oeste, mientras que la más fina rama derecha sigue ascendiendo, según marca su camino, para llegar a igualarse en altura con la rama más bella del abedul milenario que se alza enfrente.
Y todo porque la rama izquierda no le puede perdonar a la más fina rama derecha una gran faena que le hizo. El caso es que no recuerda exactamente lo que fue pero si recuerda que se propuso firmemente no olvidarlo nunca. Pone tanto empeño en recordar no olvidar, que toda su savia se pierde en este empeño y en vez de crecer hacia arriba ha empezado a torcerse hacia el oeste.
La rama derecha que es más fina no sabe lo que le pasa. Echa en falta el contacto con la rugosa piel de su amiga pero como mucho la ama, le permite ser como es.
La rama ofendida está cansada de tanto recordar o de no poder olvidar, aunque lo curioso es que ha olvidado el recuerdo de la ofensa. Por eso piensa que en esta vida todo depende de lo que recuerdas y de lo que olvidas, y por eso decide abrazar a su amiga y sólo recordar que son el mismo árbol.
- Blau abandona el bosque
Decimos que Blau ha abandonado el bosque y no es porque le hayamos visto marcharse, sino porque últimamente no le vemos por aquí.
Es tan despistado que hasta es posible que se le haya olvidado mostrarse.
Claro que aún más despistadas son las personas que un día se les olvida despertarse y entonces se dice que han muerto. Pero los duendes no se mueren nunca, ni se les olvida despertarse, porque aunque no sepan quien son, saben muy bien que la vida nunca muere.
Por eso si hoy buscamos a Blau y no le vemos, no nos ponemos tristes porque para él y para nosotros todo no es más que un juego.
Marisa Pérez