jainismo

Veganismo y espiritualidad

Beatriz

“Se recomienda a las personas que desean avanzar en el eterno sendero espiritual que dejen atrás toda violencia hacia otras entidades vivientes de cuerpo, palabra o pensamiento. No hay religión superior a ésta”. – Srimand Bhagavatam 7.15.8

Este artículo es una indagación a la pregunta de si existe una dimensión espiritual en el veganismo occidental y contemporáneo, e insisto en estos dos adjetivos para distinguirlo del vegetarianismo estricto de tradiciones religiosas como el Jainismo, en las que el objetivo espiritual de esta práctica está perfectamente delimitado y se describe como un acto de renuncia a ejercer violencia hacia cualquier criatura viviente por la compasión que surge, entre otras causas, de la comprensión espiritual del karma, de que todo ser vivo ha sido la madre, el hermano o la hija del resto de seres vivos del universo. Y que se realiza como un acto de pureza, que acompaña a otros muchos actos de pureza, de palabra, pensamiento y obra necesarios para que el alma pueda aspirar a la liberación, descrita como el establecimiento de una identidad con la verdadera naturaleza del alma ya sea a través de la meditación, oración o cualquier otro tipo de práctica espiritual, pero siempre con la base de una pureza moral.

Para esa indagación creo que lo primero es matizar la diferencia que hay entre espiritualidad y los fenómenos psíquicos, como las actitudes morales, con los que a veces se la confunde, por colocar cada cosa en su lugar y llamar por su nombre a lo que, quizá, en el veganismo actual, es sólo una actitud moral, tal como señaló Gandhi en uno de sus discursos de que para permanecer firme en el vegetarianismo un hombre requiere esencialmente una base moral.

 

Hay que recordar que lo espiritual transita en un plano más elevado que la moralidad, y que en el caso de la moral religiosa esta busca actuar sobre lo psíquico para ir preparando al alma para la consecución de ese objetivo de orden superior, y que por tanto esa moralidad, entre la que se encuentra el acto de no comer carne, por moverse como todo lo psíquico en el ámbito de las ilusiones, puede encontrar contradicciones con otras morales distintas, como las de los inuit de Alaska, por decir sólo un ejemplo. Aunque también podríamos decir que hay una “moral” esencial y universal que nace de la substancia del hombre como tal, en la que la compasión hacia todos los seres está siempre presente.

La no violencia

Así que tenemos un aspecto de la moral que parece universal, aunque se mueva en el ámbito de lo psíquico, que en el hinduismo se nombra como Ahimsa: la no violencia, la compasión hacia todas las criaturas vivientes y que puede servir de soporte para la realización espiritual -que es la trascendencia de la propia individualidad-. Patanjali lo colocaba como el primer ‘Yama‘ a ser observado por la gente interesada en la espiritualidad o en la consecución de la divinidad o realización de sí mismo. Las principales religiones defienden esa compasión universal aunque encontramos diferencias morales en su aplicación como veremos más adelante.

¿Está el principio de Ahimsa como soporte hacia la realización espiritual en el movimiento vegano que nació en el sigo XX dentro de la Sociedad Inglesa Vegetariana, en la que, tal como señalaba Gandhi, la mayoría de los miembros discutían siempre, sobre todo, sobre el aspecto de la salud? Este artículo es quizá un mapa para poder contestar esa pregunta que cada vegano debiera hacerse cuando presupone que su no a comer ningún tipo de carne animal, ninguna leche, miel, huevos o consumir ningún producto elaborado con animales o en el que ha intervenido el sufrimiento de animales como la cosmética o medicinas que usa animales para testar y experimentar tiene una dimensión espiritual.

¿Podemos llamar espiritual a la actitud ética y/o moral que expresan los veganos al defender los derechos de los animales y luchar contra el especismo, o a su defensa de la ecología por las consecuencias de ambientales de la ganadería intensiva o tenemos que colocar cada cosa en su lugar y reconocer que su alma, su psique es más sensible y reconocer, también, el valor de su determinación de ir contracorriente, como salmones, de la desidia general ante el inmenso y atroz sufrimiento que estamos infringiendo a los animales, desde la aparición de esta cultura del materialismo y su hijastra el maquinismo feroz que trata la conciencia divina que subyace en todo ser como pura mercancía sin alma?

Moralidad y espiritualidad

¿Podemos hacer de esta sensibilidad una categoría moral que se convierta en absoluta y nos permita condenar a las castas indias que sí comen carne como intocables e impuros, a los musulmanes del mundo entero que buscan a Dios, a los pueblos originarios donde la caza y la pesa han formado parte de una relación sagrada con la naturaleza, siendo conscientes los cazadores de la donación que el animal hacía de su vida y ofreciendo a cambio de tal sacrificio un sacrificio paralelo, como el de los bosquimanos, que después de depredar a un elefante para la comida de toda la tribu durante meses, el cazador no prueba esa carne y era excluido en una cabaña de rezo?

El planteamiento vegano actualiza, con los mimbres del pensamiento moderno, esa inquietud que hay en toda alma cuando se va haciendo consciente de la naturaleza del sufrimiento y surge el anhelo de evitar participar en esa generación de sufrimiento que está fuertemente expresada en el budismo y en el jainismo, hasta el límite de no permitirse ni matar insectos. Quizá en algunos veganos está también, consciente o inconscientemente, la adhesión a la doctrina del karma que señalan textos como el ‘Chandogya Upanishad’ de que si la comida es pura, -siendo pura para ellos los vegetales- los pensamientos son puros. Y, si los pensamientos son puros, dan lugar a acciones puras construyéndose un círculo virtuoso de mayor amabilidad, consideración y compasión hacia las criaturas vivientes. Somos lo que comemos.

Pero quizá en otros sólo esté, y ya es bastante, la conciencia de que los alimentos son el origen de la química corporal y que lo que comemos afecta nuestra conciencia, emociones y patrón experimental y buscan como Einstein, un vegetariano convencido que abogaba por este tipo de dieta, la paz en este mundo que es bien distinto a buscar la paz en el otro, que desde la dimensión espiritual es el único real.

La conciencia que tiene cada vegano de las consecuencias de sus actos y si ellos cumplen un objetivo espiritual, en el sentido, de realizar esa renuncia para conformar el alma a la Verdad, pues el continente tiene que ser adecuado al contenido, dependerá de cada alma, pero no del movimiento vegano en sí, que se describe más como una filosofía y una forma de vida. Según los vedas si se consumen alimentos de origen animal, se introduce cólera en la propia mente y cuerpo así como envidia, temor, ansiedad y terrible miedo a la muerte, todos ellos encerrados en la carne de las criaturas sacrificadas, aflicciones que impedirán al alma aspirar a la Verdad espiritual de Bondad y Belleza con la que queremos unificarnos.

La intención espiritual se mide en función de su objetivo, se puede ser vegano por motivos de salud, ecológicos y ambientalistas, políticos, económicos, morales y finalmente por un objetivo de trascendencia de la individualidad, de conocimiento de una realidad metafísica, llámase Dios, Tao, Vacuidad, Atman, a la que hay que ir conformándose dominando nuestro carácter y usando las pedagogías espirituales que irán mostrando la ilusión de nuestra individualidad, proceso de extinción en la que también caerán nuestra categorías morales circunstanciales e ilusorias.

Que cada uno haga el examen de sus intenciones si no quiere entregarse a la confusión generalizada entre las dimensiones de lo psicológico y lo espiritual y dejarse ilusionar por ciertas apariencias de realización que nos hagan sentir superiores y nos haga encerrarnos en categorías morales y encerrar a nuestros congéneres cuando, por ejemplo, con humildad se llevan el trozo de pescado, único sustento posible, y nosotros con soberbia nos envanecemos de nuestra superioridad moral cuando finalmente, quizá, en cuestiones de pureza y contaminación por la comida es de mayor ventaja espiritual considerar lo que decía Jesús “ No lo que entra en la boca contamina al hombre; mas lo que sale de la boca, esto contamina al hombre… pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre.”

Bendita sea la conciencia que despierta ante la crueldad de esta civilización hacia nuestros hermanos los animales, hermanos de un viaje misterioso que tiene niveles de comprensión e implicación diferentes según las intenciones y aspiraciones. Que cada uno transite el viaje con el máximo de honestidad posible y que la coherencia vaya inundando el mundo de un amor a una creación maravillosa y a un Principio que la anima por los que merece la pena ir renunciando a todo lo que nos aleje de ese amor transformador y vaya salvando hasta a la última brizna de hierba que sufra.

Beatriz Calvo Villoria

Artículo escrito para The Ecologist