USA

Tambores de guerra

Beatriz

El bufón Trump, carente de principios, hecho de barro y paja mediática parece que no ha aguantado ni un solo asalto ante el pantanoso poder en la sombra que dirige los destinos del planeta tierra en el plano de lo manifestado; la metahistoria, gracias a Dios, está en manos de algo mucho más perfecto que la caricatura de un poder humano que se disuelve ante la muerte que alcanza a ricos y pobres, aunque, la mayoría de las veces, no podamos comprender la economía de sus ciclos de disolución y muerte.

Ese poder terrenal le ha obligado a aceptar lo que en sus elecciones a presidente, entre insultos y bromas soeces, parecía ser una cierta esperanza de que Estados Unidos dejase de decidir el destino de la humanidad creando guerras a diestro y siniestro. Pero demasiado poderoso es el poder de la bestia desatada en el corazón del hombre civilizado y encarnada a la perfección en esos poderes fácticos como son las grandes y poderosísimas organizaciones privadas mundialistas como el CFR ( Council of Foreign Relations ) la B’Nai B’rith International y sus ramificaciones como la ADL («Anti-Defamation League»), el Groupe Bilderberg, los Rothschild, los Rockefeller, etc. etc.

Estos y otros más ocultos, síntomas de la decadencia de lo humano, operan como si fueran un gobierno mundial en la sombra que manifiestan el signo de los tiempos, la oscuridad del corazón humano caído en el olvido de un paraíso perdido que intenta recuperar a fuerza de una falsa adoración al becerro de oro.

Coartadas para la guerra

El supuesto ataque con gas sarín del ejercito de Assad, que conste en acta que no es un bendito, como casi todos los gobernantes que manejan el poder no para el pueblo al que representan, parece el típico “casus belli” para declarar la guerra. Como lo fue en su día Perl Harbur que legitimó la segunda Guerra Mundial.

Parece evidente que al gobierno de Assad no le interesaba para nada el uso de armas químicas en un momento del conflicto en el que parecía que le iban a dejar tranquilo recuperando las ruinas de Siria, después de las manifestaciones de Trump de que no iba a heredar las guerras de Obama.

A los pocos días de su declaración, como para no permitirle mantenerse en su utopía bravucona, sucede este acontecimiento, que aún no está clarificado su origen y la cobertura mediática se vuelve loca forzando en lo visible, lo que en lo invisible ya se venía venir, con la destitución de Stephen Bannon, consejero de Trump para el Consejo de Seguridad Nacional de los EEUU, su rendición al poder oscuro, que realmente domina el mundo y en el caso de los Estados Unidos, el lobby neoconservador que ama la guerra, como lo hizo antes con Bush.

Este ataque con misiles en la base aérea siria de la provincia de Homs es la coartada perfecta para poner en marcha la maquinaria de la guerra a un nivel mundial, pues Rusia es potencia nuclear y está en la misma zona del conflicto, y esto es lo que parece que desean las élites financieras. Guerra, más guerra, más madera a las arcas de su máquina infernal.

Poderes en la sombra del corazón humano

La careta del bufón, como alguien deforme capaz de enfrentarse a los poderes era pura pantomima y muestra como el Poder del mundo no reside en una persona, ni siquiera en el presidente de EE.UU, que es solo una marioneta  en manos de los verdaderos centros del Poder y como sosteníamos en nuestro artículo “La victoria del Bufon Trump” solo indica que ha llegado la época en la que se manifiestan en la realidad las dimensiones simbólicas a las que apuntan relatos como el de Gog y Magog, las fuerzas tenebrosas que quedarían liberadas para arrasar la tierra una vez resquebrajado el muro que las contenía, el muro de una humanidad consciente del sentido sagrado de la existencia.

Ese símbolo habla de la caída de las barreras interiores en cada hombre, que son las que nos permiten contener a la parte animal que todos llevamos inscrita como centauros de barro, son esos muros  morales y éticos de contención que se enhebran en los mitos, en los ritos de todas las culturas para calmar y domar a la bestia, al dragón, y que aparecían actualizadas por las tradiciones orales o escrituitarias en el fascinante mosaico de la humanidad.

Pero esa herencia que nos recordaba nuestras más altas capacidades como humanos, puentes entre el cielo y la tierra, han sido sistemáticamente destruida por un pensamiento único y tremendamente vírico y globalizador  que nos ha vendido una falsa libertad de cumplir todos nuestros deseos, incluso los más abyectos. Libres para dominar la tierra, la vida, al prójimo, a los niños.

En cuanto han estallado esas barreras que contenían al mal, y que estaba profetizado en todas las tradiciones sapienciales,  nos hemos encontrado con la realización de esas dimensiones de perversión en nuestras sociedades donde se viola, se mata, se miente, se traiciona, no solo con total impunidad sino que casi se celebra como la astucia del más fuerte y hasta determina las leyes del futuro, la eutanasia, la pederastia. El bueno es mal visto y el mal parece un bien.

La perversión del orden cósmico servido en las carteleras de nuestros cines, en protagonistas que son zombis, extorsionadores, asesinos; en los éxitos editoriales que forman la conciencia de los que apenas leen, si es que pueden levantar la mirada de sus dispositivos celulares, y desembarazarse de un posición de total sumisión a la máquina nos prepara, nos condiciona para aceptar lo inaceptable sin movernos del sillón.

La perversión que modifica los versos en los que el Universo escribe su orden y concierto y recorre nuestros sistemas políticos, educativos, sanitarios etc… nos lleva a contemplar la inexorabilidad de los tiempos anunciados: los ciclos de la oscuridad donde el Dharma, la ley inscrita en el corazón del hombre, ha sido sepultada por la codicia, el miedo, la lujuria, las aflicciones mentales en el budismo, los pecados capitales en el cristianismo y no puede más que acontecer lo que está aconteciendo ante nuestros ojos atónitos.

Los sueños de la razón producen monstruos y la máquina de franquenstein que hemos creado entre todos nos lleva hacia el abismo.

Ante el mal el Bien

Más, como siempre insisto, cuando hacemos un ejercicio de realismo ante la decadencia de lo humano no podemos caer en el celo de amargura, ni callar bajo la tiranía de lo políticamente correcto ni bajar la guardia. Pues en la misma vasija resquebrajada por donde se cuelan los susurros de la parte en nosotros que incita a obrar, pensar y decir el mal reside un tesoro indestructible fuente de inspiración para quien quiera escuchar la elocuencia bendita de su silencio, lenguaje en el que habla en nuestro interior.

Y seguiremos vigilantes, aunque el cielo de Rota se haya llenado de presagios de guerra mandando desde allí el amo de Europa sus aviones y misiles que pueden desencadenar el próximo holocausto.

Y recordaremos que todo tiene su peso y su consecuencia en la “economía” escatológica. Ninguna palabra o acto, o pensamiento de amor, de comprensión, de compasión, de ternura, de sabiduría se perderá, aunque los frutos de ello no nos pertenezcan y ni siquiera nos sea dado verlos en esta vida. No minusvaloraremos su eficacia redentora en una humanidad que navega en las sombras.

Amemos mucho, mucho, hasta que el corazón no reconozca sus lindes y se tope con otros corazones en estos días aciagos. Que los misiles que estallan en oriente, sean correspondidos en esta, aún parte privilegiada del planeta, con arrullos de bondad, de oración, de solidaridad, de caridad, de ternura, de bellas palabras, de nobles pensamientos, de acciones que alegren a nuestros entornos, y clamen por la ayuda de un más allá, para quien crea que el cielo responde a la súplica.

Compensemos el fatal peso de esta balanza donde los necios bailan sus danzas de muerte con la firme confianza de que el bien y el mal luchan también en nuestros corazones y que ese combate trasciende nuestras limitadas fronteras de lo humano, de lo físico. Y que cada batalla ganada en nuestro interior escora la balanza de la Guerra que está en juego hacia el lado correcto, el de la integración de los opuestos.

Hobbits frente a orcos

En el Apocalipsis de San Juan se dice: “Todas las naciones se alegrarán y felicitarán a la bestia” y dirán ¿quién podrá guerrear contra ella?”

Nosotros guerrearemos desde lo profundo de nuestros corazones atómicos y giraremos alrededor del Sol cantando las alabanzas de esta privilegiada vida y combatiremos como pequeños hobbits con hazañas cotidianas, de no acumular rencor ni codicia. Y quizá, para los más activos, combatiremos con pequeñas acciones como sacar nuestro dinero de las entidades bancarias que financian a  las empresas de la guerra, que han subido obscenamente sus activos en las siguientes horas del anuncio de la intervención militar de Estados Unidos en Siria.

Según Jordi Calvo, investigador del Centre Delàs d’Estudis per la Pau. “BBVA, Santander, Deutsche Bank, Citibank e ING son los más importantes financiadores de empresas de armas, seguidos en un segundo nivel de importancia por Banca March, Bankia, Caixabank, Banco Popular, Banco Sabadell y Bankinter. Sin olvidar que Unicaja, Banco Mare Nostrum (BMN), Caja Rural, Ibercaja, Kutxabank, Liberbank, Banco Alcalá, Banco Caminos, Caja de Arquitectos y Banco Mediolanum invierten en armas, aunque en cuantías menores”.

Todos ellos arguyen que es legal, pero de qué legalidad estamos hablando, la de un poder que ha corrompido todas las leyes morales. Por eso propongo humildemente que si te escandaliza el dato de que España se haya convertido en  el séptimo exportador de armas a nivel mundial, si tienes tu dinero en alguno de esos bancos que hacen posible la financiación de esas industrias de la muerte y la desolación, simplemente, lo saques de sus arcas.

“Los bancos, aseguradoras y empresas de inversión españolas han dedicado entre 2011 y 2015 casi 5.900 millones de euros al sector de las armas”, según el mismo autor. Que ellos quieren jugar a destrozar vidas en Siria, en Yemen, bajo el yugo del horror de los señores de la Guerra de África, de  América latina, del Daesh, que le vamos a hacer, allá cada uno con su condena, en esta y en la otra vida, pero al menos que no sea con mi dinero, con el sudor de mi frente que una bomba de racimo, un aroma de sarín asfixie la inocencia de un niño ante la maldad de un mundo realmente cruel y se lo lleve al otro mundo entre estertores de cámara de gas. Perdón por la crudeza.

Beatriz Calvo Villoria.